Trabajo Híbrido: la conciliación como motor de la transformación

Mercado laboral


La semana pasada me sorprendió una noticia de El Confidencial sobre la eliminación radical del teletrabajo en Amazon. Llama la atención que un líder del sector tecnológico (Google, Twitter o Apple han aplicado medidas similares en estos meses pasados) renuncie a una alternativa que la pandemia demostró posible gracias, precisamente, a la tecnología. Y porque parece un titular en contra de la conciliación, que se ha convertido casi en un “sinónimo” más de teletrabajo. El artículo enfoca la polémica que suscita el trabajo híbrido, especialmente en las grandes empresas, que ven caer su productividad porque hay quien se aprovecha de la situación (por un lado) y quien es incapaz de gestionar la actividad en un entorno no presencial (por otro). Y muchas más derivadas. Parece ser que tenemos tema para las cenas de estas navidades.

El teletrabajo como alternativa en algunos puestos de trabajo

Dejemos al margen las polémicas y hablemos de la realidad del trabajo híbrido, aunque para hacerlo debemos enfocar primero las posibilidades que nos ofrece el teletrabajo. Lo primero, esto es importante, es que no puede hacer trabajo remoto el que quiere, sino el que puede. El tipo de trabajo lo debe permitir. Parece obvio. Pero no lo era para el cajero de mi banco, un día que se quejaba de que no le permitieran hacer teletrabajo. Se me pasó por la cabeza comentar lo de la banca por internet y lo del gran problema que tiene este sector para gestionar la transformación. Pero preferí dejarlo pasar. Comentándolo entre amigos, uno señaló que había escuchado quejas similares del vigilante de un famoso museo de la capital. Curiosas perspectivas ambas.

Volviendo al asunto, la cosa es que hay trabajos que pueden hacerse perfectamente desde casa. O desde donde te dé la gana. Es más. Hay muchos que se hacen mejor fuera de la oficina. Mayoritariamente cuando se trata de un trabajo que admite un horario flexible. Un programador tiene más facilidad de concentración en su casa que en una oficina ruidosa en la que es difícil evitar al “inevitable”. Y un diseñador gráfico o un guionista de cine no siempre encuentran la creatividad de nueve a cinco. Estamos hablando de poder hacer una mejor y más organizada gestión del tiempo. La tecnología (en general) y el gran esfuerzo que han hecho las operadoras de telecomunicaciones (en particular) nos permiten disfrutar en casa de unas condiciones iguales o mejores que las que antaño sólo existían en las oficinas. Y aquí empieza el baile.

La viralidad que provoca el disfrutar de una mejor conciliación familiar

El teletrabajo facilita muchas cosas. Especialmente en los grandes núcleos urbanos, donde las distancias son largas y la gestión del tiempo complicada. Si vives en Valdemoro y trabajas en la zona norte de Madrid (por hablar de una zona que conozco), tienes alrededor de una hora de coche (si el atasco te respeta un mínimo, porque puede llegar a ser el doble) o casi una hora y media si te mueves en transporte público. Si a eso sumas que tienes que dejar a los niños en el cole y recogerlos a su salida, el drama crece. Incluso se convierte en una película de terror si tu jefe alarga una reunión o, simplemente, el cercanías tiene alguna avería (que no es raro últimamente).

La conciliación de la vida laboral y familiar mejora sustancialmente cuando hacemos teletrabajo. Porque tenemos más tiempo (el que nos evitamos en los desplazamientos). Pero si además, podemos realizarlo en un horario flexible, entonces la cosa se vuelve irresistible y surgen demandas lógicas como las que hacían el cajero y el vigilante del museo. Esto de la conciliación mola. Ergo yo también quiero. Y aquí aparecen las polémicas y las tensiones dentro de los departamentos de recursos humanos. Porque es difícil justificar que a Fulanito sí, pero a Menganito no. Y aunque se pueda, mejor pasar de puntillas. O hacerle frente y cortarlo de raíz. Muerto el perro, se acabó la rabia (Amazon dixit).

Pero esta posición no es sostenible. Si ya se ha demostrado (por un lado) que el teletrabajo es viable para algunas profesiones y (por otro) que es fruto de devoción porque ayuda a conciliar la vida familiar, será difícil mantener posiciones radicales de todo o nada. El trabajo híbrido está aquí para quedarse. Pero también para evolucionar, porque hay cosas que no se han hecho bien en este tiempo y deben ajustarse para que la fricción sea menor.

¿Cómo debe evolucionar el trabajo híbrido?

Lo primero que tiene que pasar para que el teletrabajo o el trabajo híbrido crezca dentro de las empresas, es que se realice una gestión de las tareas por objetivos y no por horarios. Difícil trance empezando por la exigencia de la administración de tener un registro de fichajes del trabajador (¿en qué quedamos?). Pero no sólo eso. El trabajo remoto exige que todo el mundo tenga un objetivo claro. Y esto, aunque sea difícil de creer, es bastante raro. No porque las empresas hagan una mala gestión de sus objetivos, ni mucho menos (aunque me han dicho que por ahí hay algún jefe malo), sino porque el mercado laboral es muy rígido y le cuesta adaptarse a la agilidad que requieren hoy los negocios. La dichosa transformación.

Un segundo aspecto a resolver tiene que ver con el descenso de la productividad que provoca a veces el trabajo híbrido. Debe idearse algún modelo que permita una mejor integración entre las personas que teletrabajan y las que no lo hacen, cuando coinciden en una tarea. Porque las jornadas de teletrabajo no tienen por qué coincidir entre empleados (¿o sí?). Las casuísticas derivadas de este mix son muchas, pero el simple ejemplo de las reuniones permite ver entender bien el problema. O acaso… ¿no has estado nunca en una reunión física en la que algunos participantes están conectados en remoto? ¿Qué tal fue? ¿Productiva?

El tercer punto tiene que ver con la disciplina del trabajador. El equilibrio oficina-hogar. Y aquí hay para todos. Porque hay quien lleva el teletrabajo a un estado de disponibilidad 7x24 nada bueno para la salud. Pero también hay quien, por otro lado, se pasa de “saludable” y acaba dedicando al trabajo mucho menos tiempo del que debiera. Hace falta disciplina y no es ésta una cualidad que abunde en la sociedad en la que nos toca vivir. Son muchos los que siguen comportándose como niños pequeños, buscando cualquier excusa para evitar el deber. Y aquí pagan justos por pecadores. Como siempre.

Un futuro incierto aunque difícil de controlar unilateralmente

La realidad actual, según leo este fin de semana en un artículo de Vozpópuli, es que el teletrabajo crece. Hace unos años, el COVID-19 abrió la puerta al teletrabajo. Y esto fue “agua de mayo” para las empresas. Su salvación en un contexto tan complejo como el que nos tocó vivir. La alternativa hubiese sido el cierre. Pero hoy, ya pasada la pandemia, esa puerta ya es muy difícil de cerrar. Porque mostró un futuro menos áspero para aquellos empleados que tienen tan difícil conciliar trabajo y familia. Y las empresas lo aceptaron con alegría. Pero poco a poco las cosas se han venido torciendo y ahora lo sencillo es dar un portazo definitivo que evite algunas de las tensiones que se han creado estos años. Complicado. Aunque te llames Amazon. Porque esa puerta no tiene cerradura y cualquiera, aplicando ciertas dosis de sensatez y una gestión adecuada, la volverá a abrir. Aunque no creo que al cajero de mi banco le aplique. Y al del museo tampoco, siendo sinceros.

Publicado: 23 sept 2024
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